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  • Foto del escritorCarlos Ibañez

Más allá de Gaudí

Estaba indeciso de si el próximo articulo del blog iba a ser sobre la importancia de la luz en la arquitectura o un poco de historia repasando algunas figuras de la arquitectura nacional, finalmente me he decantado por la segunda. Al final, toda arquitectura nace de una base o unos conceptos, aunque sean unas mínimas referencias y aquí os traigo algunos que probablemente ya conozcáis, todos tienen algo en común, han innovado y experimentado para mejorar su arquitectura.


El primero de ellos es de casa, probablemente uno de los arquitectos más infravalorados que conozco, Rafael Guastavino, nació en Valencia a escasos metros de la Catedral de Valencia, en una de las extintas calles que estaban antes de que hicieran la plaza de la Reina, un mujeriego y endeudado arquitecto que se marchó a Nueva York en busca de una nueva vida junto a su hijo y su amante, en busca del sueño americano sin tener ni pizca de idea de inglés, en los primeros meses fue tirando de sus magníficos bocetos para conseguir que le contrataran...


Cotilleos a parte, en la actualidad se está empezando a dar reconocimiento a este celebre arquitecto, el cual tiene aproximadamente unas mil obras en todo Estados Unidos y en Nueva York citan que al redeor de 360 de las cuales se pueden destacar obras como la Gran Estación Central, la entrada del Carnegie Hall o el Museo de Historia Natural... ¿Y que tiene en común todas estas obras? Pues que todas contiene bóvedas tabicadas de ladrillo plano, estas bóvedas de tradición mediterránea eran capaces de cubrir grandes luces con pequeño espesor y lo más importante, sobretodo al otro lado del charco, su gran resistencia al fuego, en un tiempo en el cuál muchas grandes ciudades como Chicago o Los Ángeles habían pasado autenticas desgracias por culpa de los incendios. Además Guastavino supo mejorarlas y agrandarlas manteniendo la enorme resistencia que poseían para la poca que era, supuso una revolución.


La anécdota es que se cuenta que Guastavino para demostrar la resistencia de sus bóvedas de ladrillo ante la gente, montó una especie de falla con una bóveda dentro y le prendió fuego para demostrar su resistencia al fuego. Y otra curiosidad es que presuntamente su tatarabuelo construyó la iglesia arciprestal de Vila-real (mi pueblo) con el mismo método constructivo y probablemente, Rafael antes de partir a EEUU lo tomara como referencia.




La labor del arquitecto consiste en construirse a sí mismo por dentro. Nada le puede salir bien si el equilibrio y la resistencia de los materiales no empieza por el propio espíritu, un trabajo inicial que Rafael Moneo ha realizado como una obra maestra.


Parece como si su pensamiento tuviera varias opciones para cada problema y él tratara de elegir la más atinada a su voluntad de convicción. El Pritzker que esta detrás de la creación del museo romano de Mérida, la reforma de la estación de Atocha, el cubo del Kursaal, entre otros.


Moneo ha convertido el hangar de la vieja estación de Atocha en una sala de estar donde no es obligatorio ser viajero y ha despejado la plaza para que el sol entre desde el campo a la ciudad como un pasajero más. Con el edificio de Bankinter, ha dado un ejemplo paradigmático de cómo pudo haberse salvado el Paseo de la Castellana de Madrid ya que ha asumido el palacio decimonónico del marqués de Mudela, sin dejar de ser una obra moderna adaptada a su función. En la Fundación Miró, una vez más, Moneo ha tenido que luchar contra un medio adverso, un barrio de Palma de Mallorca que ha ido creciendo convulsivamente hasta ahogar el estudio del pintor que levantó el arquitecto catalán Josep Lluís Sert en Son Abrines a mitad de los años 50. La creación de Moneo ha consistido en olvidarse del mar con un muro, convertir el espacio Miró en una isla interior para devolverle la primitiva inocencia y defenderla frente a la agresiva compulsión de alrededor.

Después de admirar la proporción racionalista con que el cubo del Kursaal se inmiscuye en la atmósfera de la ciudad de San Sebastián hay que reconocer el genio de Moneo para dialogar siempre con el paisaje y su poder para someterlo a su pensamiento. Moneo, maestro de arquitectos, su forma de construir una dedicación al ingenio honesto. Tiene una huella digital muy personal por eso siempre se reconoce como un moneo cualquier obra que realiza. Su acción nunca grita, solo se limita a ejercer su espíritu didáctico y polémico, pero al final siempre conciliador. Conviene recordar que en medio del pesimismo agónico español existen todavía valores muy sólidos a los que agarrarse. Uno de ellos es Rafael Moneo.



Creo que ya me he extendido demasiado por hoy, se me queda la espinita clavada por no hablar en este artículo de a Escuela Catalana, todo un referente en la arquitectura.


Y lo prometido es deuda y en el próximo articulo del que hablaré sobre la luz en la arquitectura, indagaremos un poco en uno de los grandes genios en este país en ese aspecto, Campo Baeza y indagaré un poco en la arquitectura de Ferrater o de La Hoz.

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